Mediación Universal de María Santísima


María Santísima, Mediadora de todas las gracias

 

 

1: Mediación Universal de Jesucristo

2:  La Mediación Universal de María Santísima.

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En 1921 el Papa Benedicto XV instituyó la fiesta litúrgica de María Mediadora de todas las gracias. Todos los últimos Papas, desde hace un siglo y medio, y el mismo Concilio Vaticano II se han referido a nuestra Madre del Cielo llamándola de esta manera, lo cual se relaciona con otros títulos de nuestra Señora: Abogada, Auxiliadora, Refugio, Socorro de los cristianos, etc.  (1) 

 

   ¿Qué quiere decir este particular título de la Virgen?

.El mismo Concilio Vaticano II se ha referido a nuestra Madre del cielo llamándola de esta manera, María Santísima Mediadora de todas las gracias, lo cual se relaciona con otros títulos de nuestra Señora: Abogada, Auxiliadora, Refugio, Socorro de los cristianos, etc.  (2) 

 

Primero: Mediación Universal de Jesucristo:

Antes de hablar de la Mediación  de la Virgen hay que hablar de la Mediación Universal de Jesucristo, hay que decir que la Mediación fundamental y principal entre Dios y los hombres en orden a nuestra salvación corresponde a nuestro Señor Jesucristo.

-Así lo enseña San Pablo:

Porque uno es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para redención de todos (3).

Y en otro lado dice: por eso Él es el mediador de una nueva alianza, a fin de que por su muerte… los que han sido llamados reciban las promesas de la herencia eterna (4).

Y en la misma carta: os habéis acercado… al mediador de la nueva alianza, Jesús (5).

-Así también lo han enseñado los Santos y el Magisterio de la Iglesia, por el que siempre debemos guiarnos (por ej., el Papa San León Magno en su Carta a Flaviano, y muchos Papas más).

       Jesucristo es el Mediador Perfecto y es así el Único Salvador de los hombres.

-Dice San Pedro que no hay otro nombre dado a los hombres en el cual podamos esperar la salvación (6).

 

       -y Jesús es el único Mediador:

                                                                       -Tanto por que él es

                                                                         -Como por lo que hizo y hace.

 

   Por lo que es, porque Jesús es verdadero Dios y al mismo tiempo es verdadero hombre, de modo que ha unido en su misma Persona los dos términos de esta mediación.

En Él, Dios y el hombre se han unido inseparablemente y para siempre, pues Él no puede cambiar:

-no puede dejar de ser ni Dios ni hombre. Por eso es como un puente (de allí viene la palabra pontífice) entre Dios y los hombres.

-Todos los que se unen en Él por el bautismo y por la vida de la gracia llegan a unirse por medio suyo con Dios. El mismo Jesús enseñó: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no por mí (7) . Y también: Yo soy la puerta de las ovejas (8).

-Él es perfecto sacerdote, es decir, perfecto mediador entre Dios y los hombres.

-Es gratísimo a Dios Padre, quien se complace en Él (9)  y acepta benévolamente todo lo que Jesucristo hace por nosotros.

 

Pero además

 

   Jesús es perfecto Mediador por lo que hizo y hace nosotros.

 

En efecto, en la cruz ofreció su sacrificio por nosotros, en nuestro lugar y como en representación nuestra. Es lo que se dice en las palabras de la institución de la Eucaristía que se repiten en el momento crucial de la santa Misa: este es mi cuerpo entregado por vosotros. Esta es mi sangre, derramada por vosotros (10).

Con su sacrificio en la cruz,

-nos liberó de la esclavitud del demonio, del pecado y de la muerte, pagando nuestra deuda infinita con Dios,

-allí nos adquirió la gracia, mereciendo para nosotros todas las gracias.

-Y las aplica y distribuye a nosotros: toda gracia que recibimos la ganó Jesús cuando ofreció su sacrificio perfectísimo al Padre en la cruz. Y además una vez subido a los Cielos Jesús sigue obrando en nuestro favor, como enseña San Pablo al decir que Él puede salvar perfectamente a los que se dirigen a Dios, pues está siempre vivo, intercediendo en nuestro favor (11).

 

Así Jesús es mediador dispositivo, porque preparó la obra de nuestra redención.

Es mediador perfectivo, porque la realizó efectivamente.

Y es mediador también porque la aplica o distribuye a los hombres.

Para terminar remarquemos que es claro y una verdad que pertenece a nuestra fe que Cristo es el Mediador universal y total entre Dios y los hombres.

 

 

Segundo:  La Mediación Universal de María Santísima

 

Si San Pablo dice que uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús (12).

¿En qué sentido podemos hablar de mediación de María Santísima?

El texto de San Pablo se refiere a la mediación principal y propiamente dicha, que se realiza por los méritos propios y pagando o satisfaciendo toda la deuda de nuestros pecados en rigurosa justicia. En este sentido el único mediador es Jesús, que pagó por nosotros y como en representación nuestra, ofreciendo su sacrificio perfecto y mereciendo para nosotros todas las gracias, como ya hemos dicho. Él es el único Salvador de todos los hombres. También de María Santísima.

Pero esta verdad no excluye que pueda haber otros mediadores secundarios, asociados a Jesús, tanto en cuanto preparan que la salvación de Jesús llegue a los hombres, como también en cuanto la aplican a ellos (por ej., los sacerdotes que celebran los sacramentos –la Misa, la confesión, el bautismo, el matrimonio, etc- aplican la salvación de Jesús contenida en los sacramentos, siendo ministros y mediadores de la gracia).

Esta mediación secundaria se da en sentido esencialmente dependiente de la mediación principal: Jesús ha asociado a los sacerdotes a su sacerdocio, y porque ellos participan de su sacerdocio, y en estricta dependencia de Él, pueden dispensar la gracia. Si Jesús no hubiese obrado la redención e instituido el sacerdocio, los sacerdotes nada podrían. Dependen absolutamente en su obrar de Jesús, que es el único sacerdote verdadero y el único mediador perfecto.

La Santísima Virgen María es mediadora y dispensadora universal de todas las gracias en un sentido mucho más alto y superior que el de los sacerdotes que acabamos de mencionar, pero siempre en relación y en dependencia de Jesús.

Y, como Jesús, es Mediadora tanto

                                                                   -por lo que es

                                                                   -como por lo que hace.

 

Por lo que es,

porque Ella es verdadera Madre de Dios al haber engendrado al Hijo de Dios en su seno purísimo. Al ser Madre de Dios es también Madre espiritual de todos los que pertenecen a Dios, de todos los miembros del Cuerpo Místico de Jesús. De lo contrario Ella habría engendrado una Cabeza sin miembros, lo cual no puede ser. Jesús quiso asociarla de manera inseparable a la obra de nuestra redención, que comenzó precisamente con la encarnación del Hijo de Dios en el seno virginal, tres veces puro y santo, de María Santísima. Así es mediadora de la gracia fundamental de habernos generado para Cristo, de habernos engendrado espiritualmente junto con Él. Santo Tomás de Aquino dice que por la concepción de Jesús, la Santísima Virgen María derivó la gracia a todos los hombres (13).

 

Pero además es mediadora por lo que hizo y hace, 

Por lo que hizo, tanto al concebir a Jesús como al estar asociada por voluntad de Jesús a sus sufrimientos, de manera que también Ella nos mereció la salvación por sus lágrimas y por las siete dolorosísimas espadas que atravesaron su amantísimo Corazón. Ella es verdaderamente corredentora de los hombres: es decir, en unión y en dependencia de Jesús nos mereció también Ella la redención. Ella no es redentora en sentido absoluto ni primario, pues Ella misma había sido redimida por Jesús de manera anticipada (fue concebida sin pecado original y colmada de gracia desde su concepción, por lo que el ángel Gabriel y nosotros en cada Ave María la llamamos “llena de gracia”).

Esta verdad está magníficamente explicada en el Concilio Vaticano II: la mediación de María “se entiende de tal manera que no quite ni añada nada a la dignidad y a la eficacia de Cristo, único Mediador”. En efecto, “la misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia”. Así pues, lejos de ser un obstáculo al ejercicio de la única mediación de Cristo, María pone de relieve su fecundidad y su eficacia. “En efecto, todo el influjo de la santísima Virgen en la salvación de los hombres no tiene su origen en ninguna necesidad objetiva, sino en que Dios lo quiso así. Brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia”. De Cristo deriva el valor de la mediación de María, y, por consiguiente, el influjo saludable de la santísima Virgen “favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo” (14).

La mediación maternal de María no se terminó en la cruz, sino que desde el Cielo sigue intercediendo por nosotros, y esto de tal manera que todas las gracias que Jesús nos da, nos las concede por medio de María. Es decir, Ella adquiere para nosotros todas las gracias, y además las distribuye. Por eso su mediación es universal: es mediadora de todas las gracias. Y Ella es mediadora tanto para pedir las gracias –se la llama la omnipotencia suplicante porque obtiene todo lo que le pide a su Hijo- como también para distribuirlas entre nosotros. Decía el Papa San Pío X: “por razón de la sociedad de dolores y de angustias entre la Madre y el Hijo se ha concedido a la augusta Virgen que sea poderosísima mediadora y conciliadora de todo el mundo ante su Unigénito Hijo… Ella es dispensadora de todos los tesoros que Jesús nos conquistó con su muerte y con su sangre” (15). Y el Papa Pío XII dice: “Puesto que como afirma San Bernardo es voluntad de Dios que obtengamos todo por medio de María, recurran todos a María” (16).

Por eso dicen los santos cosas hermosísimas de María. “Ella es como un río celestial, como un canal por el cual llegan a los míseros mortales las aguas de todas las gracias y de todos los dones” (San Bernardo). Nadie más elocuente que San Luis María Grignion de Montfort:

“Dios Padre creó un depósito de todas las aguas y lo llamó mar. Creó un depósito de todas las gracias y lo llamó María. El Dios omnipotente posee un tesoro o almacén riquísimo en el que ha encerrado lo más hermoso, refulgente, raro y precioso que tiene, incluido su propio Hijo. Este inmenso tesoro es María, a quien los santos llaman el tesoro del Señor, de cuya plenitud se enriquecen los hombres.

Dios Hijo comunicó a su Madre cuanto adquirió mediante su vida y muerte, sus méritos infinitos y virtudes admirables, y la constituyó tesorera de todo cuanto el Padre le dio en herencia. Por medio de Ella aplica sus méritos a sus miembros, les comunica virtudes y les distribuye sus gracias. María constituye su canal misterioso, su acueducto, por el cual hace pasar suave y abundantemente sus misericordias.

Dios Espíritu Santo comunicó a su fiel Esposa, María, sus dones inefables y la escogió por dispensadora de cuanto posee. De manera que Ella distribuye a quien quiere, cuanto quiere, como quiere y cuando quiere todos sus dones y gracias. Y no se concede a los hombres ningún don celestial que no pase por sus manos virginales. Porque tal es la voluntad de Dios que quiere que todo lo tengamos por María. Y porque así será enriquecida, ensalzada y honrada por el Altísimo la que durante su vida se empobreció, humilló y ocultó hasta el fondo de la nada por su humildad. Estos son los sentimientos de la iglesia y de los Santos Padres” (17).

 

Por eso, ¡acudamos siempre a María!

Ella es delante del demonio como un ejército formado en batalla.

¡Acudamos a Ella en nuestras tentaciones y luchas! Pero además, ¡es nuestra Madre!

¡Y es omnipotente! Jesús, el más bueno y el más hermoso de los hijos de los hombres,

no le niega jamás nada de lo que Ella le pide, como se ve en el episodio de las bodas de Caná,

cuando él anticipó su primer  milagro solamente porque se lo pedía su Madre (18).

Nadie más buena, nadie más poderosa,

nadie más clemente, nadie más misericordiosa,

nadie más amante de los hombres…

Digámosle siempre, una y mil veces:

“ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”.

 

 

 P. Gonzalo Ruiz Freites, IVE

Roma, 21 de noviembre de 2011. Fiesta dela Presentación de María Santísima.

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Nº 1 (cf. Lumen Gentium, cap. VIII, 61) //  Nº 2 (cf. Lumen Gentium, cap. VIII, 61) // // Nº 3 (1 Tim 2,5-6) //  Nº 4 (Heb 9,15)  // Nº 5  (Heb 12,22-24)  // Nº 6  (He 4,12) // Nº 7 (Jn 14,6)   // Nº 8 (Jn 10,7) // Nº 9 (cf. Mt 3,17)  // Nº 10 (Lc 22,19-20 y par.)  // Nº 11 (Heb 7,25)   // Nº 12 (1 Tim 2,5)   // Nº 13  (Suma teológica, III,27,5,ad1)  // Nº 14 (Lumen Gentium, 60)  // Nº 15 (Enc. Ad diem illud del 2/2/1914) // Nº 16 (Epist. Superiore anno del 15/4/1940) // Nº 17 (Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, nn. 23-25)  // Nº 18  (cf. Jn 2,1-12)